Los padres pueden influir positiva o negativamente en el proceso de aprendizaje. Es necesario que como padre y guía de su hijo sepa qué hacer y qué no cuando ayude a su hijo a realizar sus tareas del colegio para lograr mejores resultados.
¿Dictadores o motivadores? Muchos padres en su interés por que sus hijos sean sobresalientes en sus estudios cometen errores que en vez de motivar al infante pueden estancarlo no sólo a nivel académico, sino de manera personal.
La educadora Gabriela Auffant, del Centro de Orientación Psicológica y Educativa (COPE), sostiene que uno de los roles de los padres respecto a las tareas de sus hijos es comprobar que el niño haya completado las asignaturas y preocuparse por elogiar el trabajo bien hecho o aclarar cualquier error que haya cometido ayudándolo a superarlo.
Un ambiente alentador es el que debe imperar cuando el padre ayude al niño a completar sus tareas, no así una atmósfera de reproche y crítica. La importancia de tener buen rendimiento académico y el amor por los estudios son factores que el progenitor debe transmitir en este tiempo tan valioso para su crecimiento académico, agrega la educadora.
No obstante, si al desempeñar esta labor, el círculo se torna tenso y abundan las peleas, es preciso que no continúe haciendo la tarea con sus hijos, al menos por un tiempo. En este caso, se recomienda que el infante realice las tareas en una sala de tarea, con un tutor o con otro familiar que puede ser el hermano mayor o su abuelo. Ya que la relación entre padre e hijo se deteriora mucho con estas peleas, y la interacción relacionada a los estudios se vuelve negativa y frustrante, advierte Auffant.
Sin presión
La educadora señala que los hijos no deben sentir presión, sino apoyo. Es bueno exigirles un rendimiento del cien por ciento, pero estando conscientes de que el cien por ciento no siempre equivale a la máxima calificación, sino al mejor rendimiento que el niño puede dar, lo que en ocasiones se traduce a una nota buena, no excelente. Los padres deben provocar que el niño sepa que esperan mucho de él, además de estimularlos a no darse por vencidos cuando fracasen, pues esto evitará la ansiedad y el miedo al fracaso.
Estimularlos a pedir ayuda, que entiendan que no hay nada de vergonzoso o de malo en solicitarla cuando no se entiende un mandato o cuando se siente abrumado por la cantidad de trabajo, es un factor primordial para su buen desempeño.
Qué hacer con tanta tarea
Gabriela Auffant sugiere enseñar al menor si es posible, desde que está en primer grado, a cómo llevar una agenda y usarla a su favor, es un paso que evitará inconvenientes en el futuro, pues es común que los niños suelan depender de su memoria y no apunten todos sus deberes.
Es esencial que el estudiante se acostumbre a repasar diariamente las lecciones aprendidas en clase y no espere a tener un examen para estudiar, pues los conocimientos se almacenarían en la memoria a corto plazo y al pasar 24 horas la mayoría de lo aprendido desaparece, debido a que los conceptos no se integraron correctamente. También es conveniente hacer las tareas todos los días a la misma hora y en el mismo lugar.
Aunque haya mucha tarea por completar, se debe programar tiempo para reposar. Cada cierto tiempo el niño puede tomar un descanso para comer algo y distraerse durante un periodo de 15 a 20 minutos. No se recomienda que el niño vea televisión o juegue un videojuego, porque lo más probable es que el descanso se extienda a más de 15 minutos.
Dividir las tareas largas como los análisis, reportes del libro o exposiciones en bloques. Una alternativa sería tomar un día para investigar sobre el autor y el libro, el segundo día para escribir la biografía, el tercer día para escribir el resumen y el tema central y el cuarto día para revisar y editar el trabajo final.
Si está leyendo un libro o estudiando para un examen, el niño debe evaluar su propio entendimiento. Preguntarse, ¿Estoy entendiendo lo que estoy leyendo?, ¿Soy capaz de explicar lo que acabo de leer con mis propias palabras?
