Disciplina sin Gritos

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La palabra disciplina significa formar o enseñar; es el método o el saber de una persona, sobre todo en lo referente a cuestiones morales.

Cuando se disciplina a un niño, se les enseña. Enseñar quiere decir dar instrucciones antes de pedirles que intenten poner algo en práctica. El padre se convierte en modelo de comportamiento. Les señala aquello que están haciendo correctamente y aquello que no.

La disciplina no es un esfuerzo intermitente, se requiere de esfuerzos constantes y consecuentes siendo, al mismo tiempo, eficaces y afectuosos con el niño. El ser padre o madre no se aprende en un día y hasta la persona más paciente, tranquila y calmada ha perdido en algún momento la paciencia ante una mala conducta infantil y ha terminado gritando mientras corrige a su hijo/a. Esto puede ser porque están cansados, frustrados o irritados y no saben qué más hacer ante la conducta no deseada de su hijo/a.

Se podría pensar que los niños no obedecen hasta que vean a sus padres realmente enfadados y ésta es una situación inaceptable. Gritar entrena los hijos a no escuchar hasta que se les levante la voz. Cuanto más se usa este recurso, más se entrena y más costará que obedezcan sin necesidad de gritar. Al gritar, lo que se obtiene es que los niños obedezcan por que tienen miedo, pero con el tiempo pierden el miedo y se vuelven desobedientes ya que los padres pierden autoridad positiva, respeto y comunicación. Se gana distancia, frialdad en las relaciones, más agresividad y malestar emocional.

Están comprobados científicamente los efectos negativos que tienen los gritos sobre los niños en su infancia. Crecer con un patrón familiar donde los padres gritan puede crear niños inseguros y retraídos. Acaban creyendo que es la única manera de hacerse valer, sometiendo a los demás a gritos. Este recurso refleja pérdida de control. Hablar de forma más calmada transmite a los niños autocontrol de sus padres. Perder el control y gritar, hacen que asocien los sentimientos de ira y enojo con agresividad. Esto crea adolescentes llenos de rabia que pierden el control frente a la explosión de emociones característico de esta etapa evolutiva. Es importante manejar las emociones con autocontrol, con calma, hablando abiertamente de las emociones en casa, para que aprendan a dar respuestas más adecuadas a la ira y a la rabia.

Para lograr cambios es esencial el adecuado manejo de las emociones y enseñar a controlarlas. Es un entrenamiento que requiere tiempo y esfuerzo. Se puede crear un pacto familiar donde se comprometen a dejar de gritar y a hablar con respeto. Cuando los niños son tratados con respeto sienten más ganas de comportarse adecuadamente y de tratar con respeto a los demás.

El primer paso es lograr un ambiente de respeto, mostrando empatía y escuchando atentamente. Mostrar empatía es hacer entender que se entiende cómo se siente el niño. Así los niños aprenderán a aceptar sus propios sentimientos, el cual es el primer paso para aprender a manejarlos. Una vez los niños pueden manejar sus emociones, podrán manejar también su comportamiento.

Cuando se enfade con su hijo/a y sienta un alto nivel de frustración y enojo , aléjese de la situación y piense en lo que hay debajo de esos sentimientos. En la mayoría de los casos suele ser miedo, tristeza y/o decepción. Permítase un espacio para sentirlo y llore si lo necesita.

Analice la situación de manera objetiva. Piense en qué quiere conseguir y cuál es la mejor manera de obtenerlo. Tenga paciencia y repita las normas cuantas veces sea necesario, incluso ayude a su hijo/a físicamente a hacer la tarea que se le esta pidiendo, cógele de la mano y guíe sus pasos. Haga una lista mental de técnicas de disciplina alternativas. Cuando el niño se comporte de modo inaceptable, tiene que estar dispuesto a intervenir sin alzar la voz ni recurrir al castigo físico.

Es importante que los niños sean niños y los padres sean los encargados de recordarles cada día sus obligaciones. Hay que recordarles lo que se espera de ellos hasta que adquieran el hábito. Es un trabajo constante y su hijo merece su respeto, paciencia y cariño más que cualquier otra persona.

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